sábado, abril 15, 2006

CULTO AL MAL, A LO FEO, A LAS BAJEZAS HUMANAS...

"una enloquecida apología del mal, un absurdo culto a Satanás". Benedicto XVI
El Papa, concluyó la procesión mencionando los sufrimientos de la humanidad de hoy: "los niños abandonados y sometidos a abusos", "las amenazas contra la familia" y la división del mundo entre ricos y pobres."Nadie puede ser indiferente", afirmó ante miles de fieles congregados en torno al Coliseo romano, a los que invitó a tomar "el camino de la misericordia" para contribuir a la "salvación del mundo", relató la AFP.Benedicto XVI portó la cruz en la primera y en la última estación del Vía Crucis. En las restantes fue ayudado por varios "cirineos": Camilo Ruini, cardenal vicario de Roma, una familia romana, un seminarista norteamericano, una misionera, una joven mexicana, dos frailes de Tierra Santa, una muchacha coreana, una religiosa, una joven de Angola y otra nigeriana.MeditacionesBenedicto XVI, quien cumplirá 79 años el domingo de Pascua, confió a un obispo del Vaticano, monseñor Angelo Comastri, la redacción de las meditaciones y de las plegarias, que estuvieron dedicadas al pecado y la redención, afirmó la AFP."Hemos perdido el sentido del pecado, hoy se está difundiendo con engañosa propaganda una enloquecida apología del mal, un absurdo culto a Satanás, un deseo loco de trasgresión, una falaz e inconsistente libertad, que exalta el capricho, el vicio y el egoísmo", escribió el arzobispo. Otra de las meditaciones parecía hacer referencia a los matrimonios homosexuales, consignó Reuters. "Seguramente Dios está profundamente apenado por el ataque en contra de la familia", señaló el texto.También hubo espacio para la crítica a la manipulación genética y a la clonación, calificadas de "medidas para reinventar a la humanidad, para modificar el mismo núcleo de la vida tal como Dios la creó y planificó".Sobre la situación del planeta dividido entre ricos y pobres, las meditaciones denunciaron que en una zona se muere de abundancia y en la otra se muere de indigencia, en una se tiene miedo de la obesidad y en la otra se implora la caridad.Previamente, Benedicto XVI había celebrado en la Basílica de San Pedro el rito de la Pasión del Señor, en la que -en alusión implícita al libro "El Código Da Vinci"-, se había denunciado a "hábiles manipuladores" de la verdad que siguen vendiendo a Cristo a editores y libreros "no por 30 denarios sino por miles de millones de dólares". El Mercurio on line

1 comentario:

Andrés Devesa dijo...

La sagrada orgía


He tenido un sueño.
Un sueño en el que el amor, la pasión y la libertad se fundían en un primario abrazo.
Un sueño de colores intensos y brutales que pintaban una realidad más allá de lo abarcable con una sola mirada.
Un sueño de civilizaciones que se derrumbaban y en el que toda la podedumbre arrastrada durante siglos se disolvía en una gloriosa y sagrada orgía de la que nacía un nuevo rumbo para la Humanidad.
Un sueño en el que cabalgábamos sobre el cadáver ensangrentado de las religiones, los imperios, la economía y las ideologías.
El encuentro de los opuestos iguales era llevado a cabo.
El caos triunfaba sobre la muerte.
El caos engendrando el orden.
La liberación a través del amor.
El amor como guía.
Un sueño de libertad.
Un sueño de destrucción creadora.

Después de tantos siglos
Jesucristo y Mahoma se han encontrado
cara a cara,
al fin,
después de tantos siglos
después de tantas infamias
después de tanto dolor,
al fin,
después de todo,
se han encontrado
y sus manos ásperas y encallecidas se buscan
se acarician,
recorren sus barbas,
sus mejillas,
sus bocas,
sus cuerpos
y se entrelazan en un abrazo que convulsiona las torres almenadas.
Los ídolos son abatidos,
caen de sus pedestales marchitos,
al tiempo que los dos profetas hunden sus bocas en el abismo del beso,
mordiendo sus labios hasta sangrar,
una sangre negra
que atormenta a los guardianes de la fe.
Y tomando sus vergas dormidas
las hacen despertar del letargo de la historia,
las acarician,
juegan con ellas,
las hacen chillar,
como serpientes aladas con escamas de plata
hasta penetrar en sus más oscuros rincones.
Gozan como dos enamorados,
ladran como perros,
como gloriosos humanos,
al fin,
como humanos.

El anciano brutal
―Aquél
cuyo nombre es im-
pronunciable―,
lleno de odio y resentimiento,
contempla a sus dos hijos,
fornicando a lomos uno del otro,
sobre un lecho de flores marchitas.
Con los ojos llenos de lágrimas se pregunta:
¿valió la pena todo lo que creaste, astuto y cruel prestidigitador?
¿los desiertos no atravesados,
la soledad de las rocas,
los elixires no degustados,
el misterio de tus venas,
la algarabía enjaulada…
valieron para algo más que para acrecentar tu ego jamás satisfecho?
Ahora lloras,
de dolor y de impotencia.
Pero tal vez no fue todo en vano
y de tus últimas lágrimas secas
brotarán árboles que griten al viento salmos y letanías
que borren tu recuerdo.
Yaveh
seca tus lágrimas y besa la frente de tus hijos.

Y allí estoy yo,
junto a las dos Marías, mis dos hermosas muchachas,:
la santa ramera
y la prostituta sagrada.
Las dos besan mi arcano rostro, surcado por cicatrices más profundas que el tiempo.
Acarician mis miembros con sus lenguas de fuego,
lamen mis secas heridas.
Abrazadas a mi pecho,
ancho y robusto como el universo,
me susurran al oído
palabras obscenas que jamás fueron pronunciadas.
¡Ah,
mis hermosas hieródulas!
os amo
a las dos
y en el amor que os profeso
me amo a mí mismo
y odio
al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo
y a mí mismo antes de conoceros
y a todos los gusanos
que nos observan,
devorándonos a través de la historia.
Ellas me aman y yo, Macho Cabrío, las satisfago con mis múltiples vergas.
María, madre de Cristo, traga mi espada flamígera
y María Magdalena, esposa de Cristo, besa con sus castos labios
mis párpados cansados
dejando hacer a mis manos
lentas
pesadas
furiosas
sobre una alfombra de nieve cálida.
Nuestro amor nos sobrevivirá y clavará mil puñales en los miserables corazones de hielo negro.

El Padre, creador de todas las cosas y de ninguna,
observa,
deja hacer a sus hijos,
se sabe muerto.
Por primera vez en el huracán de lo continuo
ha comprendido su culpa.
Se sabe muerto
y lo celebra emborrachándose sobre su tumba.
Comienza a menear su vieja y gastada polla,
masturbándose rítmicamente
como aquella única vez que de su flácido miembro brotó un semen podrido
fecundando un océano de lodo infecto.
Nuestra Madre renace,
regresa de las catacumbas para reivindicar su reino
y agarrando el patético falo con sus manos fuertes y hermosas
lo corta con su puñal de alabastro.
¡Ha caído!
¡El reinado de la muerte ha terminado!
Jamás volveremos a ver su miserable rostro.

Todos cantan,
todos bailan,
santifican la Sagrada Orgía
que celebra el triunfo de los hijos del Rebelde.
Aleluya!
gritan ebrios
Aleluya!
Los ancianos danzan alrededor de la hoguera,
maldiciendo al Profeta,
vencidos que regresan chasqueando sus huesos,
llevando la gasolina que alimentará el fuego perpetuo.
Y de las cenizas nunca volverá a nacer un dios,
pues no hay más dios que yo mismo
y tú y todos nosotros,
nada hay más divino que la humanidad.
Ya no más profetas,
ya no más sacerdotes,
ya nada más que el Hombre y la Mujer
unidos para derribar a dios de su trono y escupir sobre su asqueroso cadáver putrefacto.
¡Gloria a la Humanidad!
¡Viva el reino del amor y la libertad!

Un sueño.
Sólo fue un sueño,
me repito,
pero el calor de su recuerdo me golpea con violencia.
Borracho de orgullo y pasión
perdido en el desierto de lo real aparente
vago por los senderos abandonados,
buscando el camino,
esperando el momento,
pues en mi mano
está convertir el sueño en realidad.
El tiempo de los esclavos termina…
uníos a la humanidad libre
o seréis juzgados como traidores.
¡Larga vida a la Humanidad libre!
¡Muerte a Dios y a los falsos profetas!
¡Guerra a muerte a los que defienden la muerte!


Maese Huvi