miércoles, junio 21, 2006


Refugiados
Hace un par de días hemos conmemorado en Chile y en el mundo el día del refugiado. En nuestro país hay un número relativamente pequeño de refugiados; pero su condición es digna de toda consideración porque en cada una de ellos hay un desgarrarse de sus raíces para ir a otras tierras que les resulten más seguras y acogedoras.
Hoy escribo como hijo de un refugiado en Chile. Heredero de un hombre excepcional, que supo, con alegría, sencillez y agradecimiento, hacer auténticamente suya la nueva oportunidad que le brindara el gobierno y el pueblo chileno.
Los refugiados son personas que huyen de sus países de origen o de residencia habitual por temor a la persecución política, religiosa, racial o incluso de género. Buscan refugio en otro país y temen por su vida, integridad física o libertad si regresan al sitio del que huyeron.
Muchos chilenos en décadas pasadas tuvieron que refugiarse en otros países ante la persecución sanguinaria y sistemática de la dictadura militar; sabemos entonces de qué se trata cuando alguno de los nuestros tuvo que abandonar su tierra para proteger su integridad física.
Los refugiados con frecuencia deben sobrevivir, durante un tiempo aparentemente ilimitado y en situación precaria, en campos provisionales donde son vulnerables al abuso y la desesperación. También se enfrentan a la hostilidad de países de acogida que eligen ignorar su sufrimiento y endurecen sus leyes para no admitirlos.
Hoy nos enfrentamos a nuevos problemas que se perfilan en lo que a la situación del refugiado se refiere a principios de este nuevo milenio. Entre ellas la consideración del hambre o la pobreza como un fundamento para solicitar asilo o la perspectiva de género introducida por la reciente concesión del estatus de refugiada en España a una mujer de los Emiratos Árabes Unidos por el hecho de ser mujer en un país donde el sexo femenino sufre violenta opresión.
Aunque no caben en la definición tradicional de refugiados; es necesario tener una especial y solidaria preocupación por todos aquellos que migraron de su país para ir en busca de un trabajo con el cual poder alimentar a los suyos.
Es el caso de los numerosos hermanos peruanos, que han venido a Chile en busca de un horizonte más prometedor, que no les brindó su país.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados nos repite, por enésima vez, a un mundo duro de oído que la acogida a quien solicita asilo no es sólo una obligación moral y legal, sino una cuestión de derechos humanos básicos.

Hago mías las palabras del Vicario de Pastoral Social y de los Trabajadores, padre Rodrigo Tupper: “Le queremos pedir al Estado de Chile, al gobierno que conoce el exilio en carne propia, que nos ayude a darle condiciones dignas y humanas a todos los refugiados. Si no hay recursos económicos para ellos, como ahora sucede, parte del himno patrio, aquella de “el asilo contra la opresión” no es más que poesía”.

José Isert Arriagada sc.