Contradicciones de la subvención para la clase media
Esta nueva subvención les da más plata a los sostenedores y no les exige nada a cambio. Más aún, premia con este nuevo aporte a los sostenedores que atienden a estudiantes pobres (I y II quintil) y que, en su momento, decidieron no asumir los compromisos que implicaba ingresar a la SEP. En buenas cuentas, esta subvención resulta un beneficio claro para los sostenedores y no asegura ninguna ventaja a los estudiantes pobres a quienes está dirigida, ya que no garantiza ninguno de los bienes que la fundamentación del proyecto promete.
¿Cuáles son las contradicciones de esta subvención para la clase media?
La justificación de la SEP fue clara: en los logros escolares no solo actúa la escuela sino que es también muy influyente el entorno familiar y social de los estudiantes. Siendo esto así y dado que se busca que todos los estudiantes, independientemente de su origen social, logren resultados semejantes en la escuela, es necesario darles un trato especial, de ahí el atributo de “preferencial”, a quienes vienen de familias más pobres y más alejadas de la cultura letrada. Hoy los establecimientos incorporados a la SEP que atienden a los estudiantes del 40 % más pobre perciben una subvención mensual de hasta $ 32.000 adicionales por estudiante (un 63 % más) y, a cambio, se comprometen a mejorar la educación que entregan y a no cobrar financiamiento compartido a los estudiantes SEP.
Esta nueva subvención les da más plata a los sostenedores y no les exige nada a cambio. Más aún, premia con este nuevo aporte a los sostenedores que atienden a estudiantes pobres (I y II quintil) y que, en su momento, decidieron no asumir los compromisos que implicaba ingresar a la SEP. En buenas cuentas, esta subvención resulta un beneficio claro para los sostenedores y no asegura ninguna ventaja a los estudiantes pobres a quienes está dirigida, ya que no garantiza ninguno de los bienes que la fundamentación del proyecto promete.
En efecto, el proyecto en su fundamentación expresa la necesidad de “exigir a todos los establecimientos escolares un compromiso de excelencia con sus estudiantes para que los nuevos recursos se traduzcan en impactos reales en la sala de clases”, pero estas exigencias no se materializan en el proyecto. Se reconoce que el costo de lograr “un mismo desempeño” es más alto, en promedio, para los niños vulnerables y se expresa la convicción que todos los alumnos pueden alcanzar buenos resultados, “siempre que se nivele la cancha para que exista una verdadera igualdad de oportunidades”. Sin embargo, a reglón seguido se valora el financiamiento compartido que va en una lógica opuesta a la de nivelar la cancha. En suma: hay dos lógicas: la de la igualdad (que en Chile no se cumple porque —lo subraya el proyecto— los más ricos tienen más plata para la educación de sus hijos) y otra éticamente muy exigente que es poner la igualdad en los resultados y no el tratamiento y, por tanto, diversificar los tratamientos dando más a los más pobres para avanzar hacia la igualdad de resultados. Lógica que el proyecto enuncia, pero que luego contraviene al aceptar el financiamiento compartido, cuyo principio es que quien más tiene más aporta y más recibe.
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