martes, enero 17, 2006


Por Chile
Hay un frase que el presidente Lagos acuñó desde el primer momento de su mandato “soy presidente de todos los chilenos”; en general esto ha resultado una declaración de principios que se ha cumplido.
Somos muchos, sin embargo, los que nos habría gustado que su énfasis hubiera estado más en el tema de la desigualdad social y económica de los chilenos ; tenemos logros macro económicos innegables ; pero con ellos no atendemos a quienes están en el tercio más precario de la población chilena.
Si bien termina su mandato más amigo y cercano de los grandes empresarios que cuando empezó su gobierno, no es menos cierto que se pudo hacer algo más, y que ciertamente quedará como tarea prioritaria para la flamante presidenta electa, doña Michel Bachelet.
La responsabilidad de ser presidente de un país es que siendo fiel a sus promesas se debe gobernar para todos, sabiendo que en ese total hay un 47% de ciudadanos que no participaban de su propuesta, fundamentalmente por los métodos y los valores que están en juego.
La nueva presidenta de Chile tiene la oportunidad histórica de apuntar y resolver los problemas fundamentales y serios de los postergados de Chile. La alegría tiene que llegar verdaderamente a ellos. Por lo demás se lo merecen por su confianza a toda prueba, a pesar de no haber visto los frutos del despegue.
Los personalismos ya no van con los estilos de los líderes del siglo XXI; los arranques de aquí mando yo; a mí nadie me critica y al que no le agrade que se aguante, son cosas del pasado. Hoy un verdadero líder conduce interpretando las ideas de las grandes mayorías y respetando las ideas de las pequeñas y medianas.
En este ámbito se proyecta como una especial circunstancia las palabras dichas por los obispos chilenos: “Hay desafíos de gran actualidad que son irrenunciables para un cristiano, y que nunca pueden ser postergados. Entre ellos, ocupan un lugar relevante el respeto y el apoyo que se brinde a toda vida humana -desde el instante mismo de su concepción-; el respeto por la dignidad de las personas, especialmente de quienes más sufren y los pobres, como asimismo el respeto por las minorías étnicas y religiosas; el cultivo de las buenas relaciones con los países hermanos, evitando hegemonías que amenazan la fraternidad entre pueblos soberanos; la superación de las desigualdades escandalosas entre los países y, por desgracia, también al interior del nuestro; la preocupación por los campesinos y su trabajo productivo; las oportunidades reales y factibles para los jóvenes; el derecho al trabajo, al descanso dominical, a la justa retribución que permita una vida digna, a las prontas imposiciones del dinero descontado a los propios trabajadores; y a las pensiones dignas para las personas jubiladas y montepiadas.” Cada uno de nosotros debe desde su condición y estado participar en la construcción de un nuevo Chile, debemos ser capaces de proyectarlo más allá de las cifras a la realidad concreta de nuestros hermanos menos privilegiados; esa es una tarea que saldrá adelante sólo con el esfuerzo y cooperación del cien por ciento de los chilenos. Todos somos necesarios, todos somos importantes para construir un Chile verdaderamente más justo y solidario. José Isert Arriagada

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