viernes, julio 21, 2006

Urgencia para todos


Es un hecho indiscutible que la Iglesia católica, ha tenido desde la llegada de los primeros adelantados, exploradores y conquistadores españoles, un destacado papel en la educación de los nacidos en nuestras tierras. Hay una muy larga historia de colegios institutos y universidades que nacieron, crecieron y hoy siguen prestando importantes servicios educacionales de primer nivel.
Es por ello que dedico mi columna a la reciente declaración del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile que la emite: “Apreciando además la urgencia de mejorar substancialmente la educación que reciben incontables alumnos de escasos recursos”.
Ciertamente que se ha explicitado una idea mayor, cuando se dice que existe la urgencia de mejorar substancialmente la educación de los niños y jóvenes de escasos recursos. Me parece que aquí hay un objetivo superior que no puede dejar indiferente a nadie; y que resulta intransferible, todos debemos tener claridad que se trata de dar una nueva dirección, un nuevo sentido, una mirada más cargada de amor y solidaridad.
“La educación es un bien público que debe ser valorado y cuidado por todos los ciudadanos. De la calidad de la educación depende la calidad de vida, la superación de la pobreza, el nivel cultural y la nobleza de las relaciones humanas de un pueblo. Por eso, la tarea de impartir la educación, que compete en primer lugar a la familia, necesita el apoyo de la sociedad”.
La educación es la primera responsabilidad de los padres; pero no hay que engañarse, porque esta afirmación no funciona al cien por ciento; muchas familias no están preparadas para llevar adelante esta responsabilidad, otras por disfunciones no son familias que puedan asumir el desafío. Entonces hay una importante cuota de traspaso a las organizaciones sociales como son los colegios y finalmente el Estado.
“De este modo, cualquiera sea el sostenedor de las comunidades educativas, si ofrecen una educación valiosa, la labor que desarrollan ha de ser considerada siempre como un invaluable servicio público”.
La educación, es siempre una acción pública, de modo que no se puede usar arbitrariamente, la arcaica expresión “educación pública” como sello de preocupación central del Estado; frente a la elitista “educación privada”, como sinónimo de status o de calidad. La educación fue, es y será siempre “cosa pública”.
“El mismo Estado debe proteger el derecho de toda persona, y en especial de niños y niñas, a una educación escolar y superior rica en conocimientos y en valores.”
Frente al postulado inicial de la urgencia de mejorar la calidad de la educación de los niños y jóvenes de escasos recursos; el estado tiene una obligación ineludible que debe perfeccionar aceleradamente; pero los católicos también esperamos que la propia Jerarquía eclesiástica que emite una declaración tan acertada, dé pasos concretos que muestren nuestra preferencia real por los más pobres, independientemente de los riesgos, incomodidades y la desinstalación que nos pueda causar

José Isert Arriagada sc.

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